ENTRE
LOS "DIFICILES" GUAJIROS
Con esta frase se titula el último artículo escrito por Monseñor Livio Reginaldo Fischione, para la revista Continenti Missionari Cappuccini, edición No. 4 - 5 aprile/mayo 2002. Escrita en el idioma Italiano, lengua materna de nuestro querido Obispo Emérito del Vicariato Apostólico de Riohacha, con ocasión de la celebración de los cincuenta años de la llegada de los Hermanos Menores Capuchinos de la Provincia de los Abruzzo, a la Guajira.
En este artículo, traducido por una colaboradora y amiga María del Rosario Gutiérrez, muy cercana a la Orden y al Vicariato Apostólico de Riohacha, Monseñor Livio hace un recuento a grandes rasgos de su paso por estas tierras guajiras, detallando los más relevantes episodios de su trasegar no solo como Obispo sino desde sus inicios cuando acompañado con un grupo de valerosos Hermanos de Orden, llegó a retomar el camino que ya habían empezado a abrir los Hermanos Menores Capuchinos de la Provincia de Valencia España.
Su palabra “difícil” aplicada al título, hace una referencia clara no solo a las diversas dificultades de idioma y cultura que encontraron los misioneros cuando recién llegaron a la Guajira, sino a las difíciles condiciones de vida que por muchos años ha enfrentado la Etnia Guajira, pero que gracias al ímpetu de su raza ha logrado adaptarse y sobrevivir en el entorno árido e inhóspito de estas tierras guajiras, que aunque hermosas guardan sus retos para aquellos que viven en ella. Con esa agudeza mental que caracterizaba a Monseñor Livio, hace una referencia etimológica de la expresión: guayu mapures con su traducción al idioma español, guardando la concordancia con la expresión: No fácil.
Hoy 10 de junio de 2018, cuando se cumplen 9 años de su partida al encuentro con el Señor, lo recordamos y que mejor forma que con este artículo que les comparto a continuación.
ENTRE
LOS "DIFICILES" GUAJIROS
Mientras me dispongo a
recopilar mis recuerdos sobre la presencia misionera de los capuchinos de
Abruzzo en la Guajira, llega de pronto a mi mente el último viaje a Maracaibo
en compañía del querido Padre Pio Palandrani.
Adquirimos dos jeep para dejar al Obispo
Diocesano que dentro de poco me reemplazaría a mí, segundo y último Vicario
Apostólico de Riohacha. Al regreso,
viajé con un ex alumno nuestro que conducía uno de los dos vehículos, me
acompañó hasta la frontera entre Venezuela y Colombia. Transcurrida las dos
horas de viaje teniendo casi siempre el pañuelo a los ojos por la conmoción,
mientras el joven recordaba conmovido las figuras de los misioneros italianos
que él había conocido.
Recordando al Padre Donato
Petrucci - que vivió con nosotros en la Guajira cerca de doce meses, porque la
hermana muerte nos lo quitó con solo treinta años de edad - El joven permanece por un instante en
silencio, y después con simplicidad casi infantil añadió: ¡Gracias, Monseñor
por los tres faros de bondad que dejas en nuestro cementerio!. P. Bernardino,
P. Tarcisio y P. Donato son los faros
que iluminan nuestro oscuro futuro.
Pero en la grata memoria de
los habitantes de la Guajira han quedado impresos los nombres no solo de los misioneros
muertos, sino de todos los treinta y siete hijos, que la Provincia Capuchina de
Abruzzo ha ofrecido para el desarrollo moral y social de aquella Península: ellos
ya han entrado con la fuerza evocadora del mito de la cultura guayú. Las
agradables "bromas" circulando sobre la personalidad de cada uno de
los misioneros expresan siempre una precisa comprensión de la originalidad de cada uno y, sobretodo,
la admiración por la inteligencia, el buen corazón y el espiritu de iniciativa
por ellos mostrados.
El inicio del segundo
decenio de nuestra activa presencia en la misión de la Guajira coincide con el
evento providencial del Concilio Vaticano II, en el cual diversas ideas se
aclararon y a veces se rectificaron cerca a la universal obra redentora de Cristo.
En el post-concilio todos los encuentros
y los seminarios sobre las misiones ponían en relieve como la semilla verbo estuvo
presente, aunque escondido, en cada cultura y reconocemos como enormemente restrictiva
la interpretacion dada a lo largo de los siglos al adagio: Extra Ecclesiam
nulla salus - (Fuera de la Iglesia
no hay salvación).
LA OBRA DE LOS CAPUCHINOS
ESPAÑOLES
Iniciando la actividad
misionera en la Guajira los capuchinos de Abruzzo recogieron la preciosa
herencia de los hermanos de la provincia española de Valencia, verdaderos
héroes del primer encuentro con el indígena guajiro. Con su espíritu austero y
laborioso ellos supieron suscitar cariño y consideración por nuestra sotana;
sin duda la barba también ejerció su atractivo sobre los indígenas, lampiños
por naturaleza.
Si algún lunar se puede
descubrir en el estilo apostólico de aquellos pioneros fue quizás el hecho de
la prisa - típica de todos los misioneros - de "alcanzar la
perfección" en el más corto tiempo posible, creando en la superficie una capa de religiosidad cristiana
bajo la que quedó intacta una cultura primitiva.
El viento benéfico de
confiada tolerancia y serena atención a las muchas culturas, que exhaló del Concilio
Vaticano II, nos implicó todo en el período posconciliar, ofreciendo a nuestras
gentes nuevos motivos de respeto afectuoso por el misionero. También el hecho
que nosotros “balbuceábamos” la lengua
española en las típicas inflexiones latino americana e ignorásemos
completamente el lenguaje guajiro - privado además, de escritura originaria -,
hubo un estimulo para intensificar una comprensiva bondad hacia todos y a
sustituir la sonrisa acogedora y bondadosa a una elocuencia detallada, que a
menudo confunde sin persuadir.
Lo que más impresionó a la
gente guajira fue el trabajo de los misioneros italianos, los cuales en dos
años de la llegada a la península
habíamos ya logrado el buen número de doce. Todos jóvenes, todos con celos de
novatos. En la Guajira encontraron que los recibían, para darles
el campo de trabajo, solo cuatro valerosos capuchinos de España quienes al no poder contar más con personal nuevo
proveniente de la provincia madre, habían perdido un poco de su entusiasmo.
De hecho, es importante recordar que la persecución
comunista en España también redujo la provincia Capuchina de Valencia, que
tenían bloqueado también los refuerzos del personal a las misiones de la
Guajira, Sierra Nevada y Motilones.
El nutrido grupo de capuchinos italianos proporcionó
providencialmente un refuerzo, dando una nueva ola de entusiasmo y de
optimismo.
El primer superior regular encargado del nuevo Vicariato
Apostólico de Riohacha cae casi por fuerza de gravedad, sobre la espalda del P.
Girolamo Mastrodicasa, el más maduro de nosotros. Veterano del campo de África
y de la segunda guerra mundial como capellán militar, experimentado en el
gobierno conventual, maestro en el estudio filosófico de la provincia de
Abruzzo, tenía la estima de todos
nosotros. Tenía un fuerte sentido práctico
y un don natural de persuasión, por lo que con simple dialéctica y broma podía
casi desaparecer los problemas, que para
otros parecían insuperables.
La muerte de Monseñor Mari abre un paréntesis de desconcierto. ¡No era fácil de encontrar un Eliseo que
pudiese recoger el mantel de Elías!. Pero la providencia se sirve de la
desaparición de una guía tan segura para estrechar la fila de los
misioneros y recoger la grey entorno a
quien por más de veinte años habría sido el pastor. Ante estos recuerdos mis
ojos están llenos de lágrimas.
Debilidad senil o reconocimiento profundo por los
compañeros de viaje que sabían cómo apoyar mi pequeñez con admirable
generosidad? Sobre todos los frentes se
trabajaba; en cada ángulo de la misión el nombre de los capuchinos y de Italia
era exaltado y bendecido.
Cada uno en su puesto de responsabilidad se prodigó por
el no fácil anuncio del Evangelio a una etnia, como la de los guajiros, que en
la misma Colombia era considerada entre las más difíciles. Basta decir, por
cierto, que en la lengua de ellos la palabra fácil se hace con la expresión guayú mapures, que quiere decir
no-fácil; el vocablo de base por lo tanto pures,
eso es difícil!. Quizás porque el sufrimiento de nosotros probados en Italia
durante la segunda guerra mundial nos unieron al sufrimiento de la raza guajira,
intentábamos predicar los "sermones
con brevedad" sazonado con amor y con franciscana felicidad, a pesar de
los inconvenientes que el nuevo entorno le ofreció a nuestro fervor misionero.
También para nosotros, con la crisis vocacional,
sobrevino la preocupación por el escaso envió de otros misioneros. Así, nos vimos obligados a pedir a los Frailes Menores Franciscanos de Colombia,
quienes franciscanamente trabajaron con nosotros. Luego una convención hecha
con los Padres Jesuitas de la Provincia Colombiana
nos dio un nuevo respiro durante 5 años, también porque entre ellos y nosotros
se realizó una maravillosa integración y una colaboración a toda prueba
La ayuda de los Padres Jesuitas se reveló particularmente
eficaz y fructuoso en la formación de las maestras, que se constituyó como la longa manus (mano larga) del Vicariato
Apostólico y de los párrocos en la catequesis de los niños indígenas. Dos veces
al año el P. José Fernando Posada las
reunía por una semana y con los cursos a régimen residencial reavivaba en los
queridos maestros los elementos esenciales de la doctrina cristiana, para que
ellos a su vez enseñaran en el idioma guajiro a los niños y jóvenes de
las escuelas diseminadas en la península.
También la Diócesis de Zipaquirá nos da su generosa
colaboración, esa no falló incluso después del gravísimo accidente de tránsito
ocurrido al primer sacerdote enviado para ayudarnos: desafortunadamente, hubo 3
muertes (familia del sacerdote: papá, mamá y hermano) y el sacerdote que
conducía el automóvil reportó daños graves a su salud. Imagínese, si es
posible, mi estado de ánimo al acompañar
y devolver a las 3 personas fallecidas y al sacerdote vivo pero en condiciones
lamentables.
La desgracia, pero no para desalentar al obispo de
dicha Diócesis, lo empuja a una mayor generosidad y en el
lugar del sacerdote hospitalizado envió tres más, todos bravos y comprometidos.
La provincia Capuchina de Abruzzo, no pudiendo enviar más personal nuevo,
continuó cercana con una preciosa colaboración económica; eso nos permite
apoyar los gastos del seminario para algunos jóvenes indígenas iniciados al
sacerdocio. Sin embargo, la situación general siguió siendo precaria y una
solución adecuada apareció muy lejos.
También la Diócesis de Sonsón Rionegro viene en ayuda en
vista de un plano pastoral que comenzaba a medio delinearse.
¿CONTINÚO O RENUNCIO?
Durante los veintitrés años de mi servicio episcopal en
el Vicariato Apostólico de Riohacha por cuatro veces he tenido la gloria de
encontrarme con el Santo Padre por la visita ad limina. Cada vez que partía
para Roma consultaba con mis sacerdotes con una precisa pregunta: ¿Continúo o
renuncio? Las primeras tres veces el voto secreto me decía de continuar.
Considerada, por, la urgencia improrrogable de nuevo personal, la cuarta vez
formule la pregunta en forma diferente: Visto que de la provincia de Abruzzo no
hay nuevas presentaciones, al menos en tiempos breves, y nos obligan a buscar ayuda de algunas
diócesis de Colombia ¿no creen conveniente que un obispo colombiano asuma la
guía pastoral de la Guajira? En caso
afirmativo si es así podría hacer un hermanamiento con una diócesis con
numerosos clérigos del cual podría salir el nuevo obispo de Riohacha? La respuesta afirmativa fue unánime.
Se realizó la unión con la Diócesis de Sonsón-Rionegro,
en la cual el obispo, Monseñor Alfonso Uribe, se hace disponible para el
proyecto de crear la Diócesis de Riohacha, ofreciendo otro personal. Iniciado y
completado el procedimiento previsto en el Código de Derecho Canónico, el 14 de
octubre de 1988 S.E. Monseñor Jairo Jaramillo Monsalve, presbítero de la
Diócesis de Sonsón-Rionegro entraba en Riohacha como primer obispo de la
nueva Diócesis.
Era previsible que en los primeros pasos de la recién
nacida circunscripción eclesiástica no fuese fácil; la crisis del crecimiento,
de hecho, es más que normal en una entidad jurídica, así como en el desarrollo
de la persona humana. En solo trece años me han sucedido dos obispos en la sede
de Riohacha. El tercer obispo nominado el 8 de marzo del 2001, S.E. Mons.
Armando Larios Jiménez, encuentra una joven Diócesis que, casi superada la
crisis de crecimiento, se encamina hacia un futuro radioso.
Retrocediendo con los años ahora veo el impulso de los
misioneros de los capuchinos de
Abruzzo y el sudor generosamente
profuso en la ardiente y amada Guajira.
También me conmueve la generosidad del pueblo de Abruzzo
al apoyarnos con la oración, el sacrificio y la contribución económica, en
profunda comunión con sus hijos lejanos empeñados en el anuncio y el testimonio
del Evangelio. Por esto el nombre de Italia y del Abruzzo permanecen bendecidos
entre la gente guajira, para quienes "capuchino" es sinónimo de
"sacerdote".
Con el nuevo grupo de capuchinos colombianos, que
continúan la presencia viva de nuestra Orden en la península Guajira,
permanecen dos capuchinos abruzzesi dando testimonio y continuando con el arduo trabajo de los inicios.
Que el Señor de la vida y de la historia conceda paz a
los misioneros difuntos, done fuerza a los vivos y reúna en sus manos el sudor
esparcido por cincuenta años en aquella tierra quemada por el sol y tan querida
para nosotros.
Riohacha, Colombia
S.E. Monseñor Livio Reginaldo Fischione
Revista Continenti Missionari Cappuccini
No. 4-5 aprile/mayo 2002
Traducción al español: María del Rosario Gutiérrez
me gustó mucho el escrito de mons. livio
ResponderEliminarGracias Iván, es importante recordar el ejemplo de vida de Monseñor Libio y todos los sacerdotes que lo acompañaron en su labor misionera en La Guajira.
EliminarGracias Iván. Si es muy importante no olvidar el ejemplo de vida de Monseñor Libio y todos los sacerdotes que lo acompañaron en su labor misionera en La Guajira.
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