domingo, 10 de junio de 2018

Tra i "difficili" guajiros


ENTRE LOS "DIFICILES"  GUAJIROS


Con esta frase se titula el último artículo escrito por Monseñor Livio Reginaldo Fischione, para la revista Continenti Missionari Cappuccini, edición No. 4 - 5 aprile/mayo 2002. Escrita en el idioma Italiano, lengua materna de nuestro querido Obispo Emérito del Vicariato Apostólico de Riohacha, con ocasión de la celebración de los cincuenta años de la llegada de los Hermanos Menores Capuchinos de la Provincia de los Abruzzo, a la Guajira.

En este artículo, traducido por una colaboradora y amiga María del Rosario Gutiérrez, muy cercana a la Orden y  al Vicariato Apostólico de Riohacha, Monseñor Livio hace un recuento a grandes rasgos de su paso por estas tierras guajiras, detallando los más relevantes episodios de su trasegar no solo como Obispo sino desde sus inicios cuando acompañado con un grupo de valerosos Hermanos de Orden, llegó a retomar el camino que ya habían empezado a abrir los Hermanos Menores Capuchinos de la Provincia de Valencia España.

Su palabra “difícil” aplicada al título, hace una referencia clara no solo a las diversas dificultades de idioma y cultura que encontraron los misioneros cuando recién llegaron a la Guajira, sino a las difíciles condiciones de vida que por muchos años ha enfrentado la Etnia Guajira, pero que gracias al ímpetu de su raza ha logrado adaptarse y sobrevivir en el entorno árido e inhóspito de estas tierras guajiras,  que aunque hermosas guardan sus retos para aquellos que viven en ella.  Con esa agudeza mental que caracterizaba a Monseñor Livio, hace una referencia etimológica de la expresión: guayu mapures con su traducción al idioma español, guardando la concordancia con la expresión: No fácil.  

Hoy 10 de junio de 2018, cuando se cumplen 9 años de su partida al encuentro con el Señor, lo recordamos y que mejor forma que con este artículo que les comparto a continuación.
 

ENTRE LOS "DIFICILES"  GUAJIROS

Mientras me dispongo a recopilar mis recuerdos sobre la presencia misionera de los capuchinos de Abruzzo en la Guajira, llega de pronto a mi mente el último viaje a Maracaibo en compañía del querido Padre Pio Palandrani.

Adquirimos dos jeep para dejar al Obispo Diocesano que dentro de poco me reemplazaría a mí, segundo y último Vicario Apostólico de Riohacha.  Al regreso, viajé con un ex alumno nuestro que conducía uno de los dos vehículos, me acompañó hasta la frontera entre Venezuela y Colombia. Transcurrida las dos horas de viaje teniendo casi siempre el pañuelo a los ojos por la conmoción, mientras el joven recordaba conmovido las figuras de los misioneros italianos que él había conocido.

Recordando al Padre Donato Petrucci - que vivió con nosotros en la Guajira cerca de doce meses, porque la hermana muerte nos lo quitó con solo treinta años de edad -  El joven permanece por un instante en silencio, y después con simplicidad casi infantil añadió: ¡Gracias, Monseñor por los tres faros de bondad que dejas en nuestro cementerio!. P. Bernardino, P. Tarcisio  y P. Donato son los faros que iluminan nuestro oscuro futuro.

Pero en la grata memoria de los habitantes de la Guajira han quedado impresos los nombres no solo de los misioneros muertos, sino de todos los treinta y siete hijos, que la Provincia Capuchina de Abruzzo ha ofrecido para el desarrollo moral y social de aquella Península: ellos ya han entrado con la fuerza evocadora del mito de la cultura guayú. Las agradables "bromas" circulando sobre la personalidad de cada uno de los misioneros expresan siempre una precisa comprensión  de la originalidad de cada uno y, sobretodo, la admiración por la inteligencia, el buen corazón y el espiritu de iniciativa por ellos mostrados.

El inicio del segundo decenio de nuestra activa presencia en la misión de la Guajira coincide con el evento providencial del Concilio Vaticano II, en el cual diversas ideas se aclararon y a veces se rectificaron cerca a la universal obra redentora de Cristo. En el  post-concilio todos los encuentros y los seminarios sobre las misiones ponían en relieve como la semilla  verbo estuvo presente, aunque escondido, en cada cultura y reconocemos como enormemente restrictiva la interpretacion dada a lo largo de los siglos al adagio:   Extra Ecclesiam nulla salus  - (Fuera de la Iglesia no hay salvación).

LA OBRA DE LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES

Iniciando la actividad misionera en la Guajira los capuchinos de Abruzzo recogieron la preciosa herencia de los hermanos de la provincia española de Valencia, verdaderos héroes del primer encuentro con el indígena guajiro. Con su espíritu austero y laborioso ellos supieron suscitar cariño y consideración por nuestra sotana; sin duda la barba también ejerció su atractivo sobre los indígenas, lampiños por naturaleza.

Si algún lunar se puede descubrir en el estilo apostólico de aquellos pioneros fue quizás el hecho de la prisa - típica de todos los misioneros - de "alcanzar la perfección" en el más corto tiempo posible, creando en la  superficie una capa de religiosidad cristiana bajo la que quedó intacta una cultura primitiva.

El viento benéfico de confiada tolerancia y serena atención a las muchas culturas, que exhaló del Concilio Vaticano II, nos implicó todo en el período posconciliar, ofreciendo a nuestras gentes nuevos motivos de respeto afectuoso por el misionero. También el hecho que nosotros “balbuceábamos”  la lengua española en las típicas inflexiones latino americana e ignorásemos completamente el lenguaje guajiro - privado además, de escritura originaria -, hubo un estimulo para intensificar una comprensiva bondad hacia todos y a sustituir la sonrisa acogedora y bondadosa a una elocuencia detallada, que a menudo confunde sin persuadir.

Lo que más impresionó a la gente guajira fue el trabajo de los misioneros italianos, los cuales en dos años de la  llegada a la península habíamos ya logrado el buen número de doce. Todos jóvenes, todos con celos de novatos. En la Guajira  encontraron que los recibían, para darles el campo de trabajo, solo cuatro valerosos capuchinos de España quienes al  no poder contar más con personal nuevo proveniente de la provincia madre, habían perdido un poco de su entusiasmo.

De hecho, es importante recordar que la persecución comunista en España también redujo la provincia Capuchina de Valencia, que tenían bloqueado también los refuerzos del personal a las misiones de la Guajira, Sierra Nevada y Motilones.

El nutrido grupo de capuchinos italianos proporcionó providencialmente un refuerzo, dando una nueva ola de entusiasmo y de optimismo.

El primer superior regular encargado del nuevo Vicariato Apostólico de Riohacha cae casi por fuerza de gravedad, sobre la espalda del P. Girolamo Mastrodicasa, el más maduro de nosotros. Veterano del campo de África y de la segunda guerra mundial como capellán militar, experimentado en el gobierno conventual, maestro en el estudio filosófico de la provincia de Abruzzo,  tenía la estima de todos nosotros.  Tenía un fuerte sentido práctico y un don natural de persuasión, por lo que con simple dialéctica y broma podía casi desaparecer  los problemas, que para otros parecían insuperables.

La muerte de Monseñor Mari abre un paréntesis de  desconcierto.  ¡No era fácil de encontrar un Eliseo que pudiese recoger el mantel de Elías!.  Pero la providencia se sirve de la desaparición de una guía tan segura para estrechar la fila de los misioneros  y recoger la grey entorno a quien por más de veinte años habría sido el pastor. Ante estos recuerdos mis ojos están llenos de lágrimas.

Debilidad senil o reconocimiento profundo por los compañeros de viaje que sabían cómo apoyar mi pequeñez con admirable generosidad?  Sobre todos los frentes se trabajaba; en cada ángulo de la misión el nombre de los capuchinos y de Italia era exaltado y bendecido.

Cada uno en su puesto de responsabilidad se prodigó por el no fácil anuncio del Evangelio a una etnia, como la de los guajiros, que en la misma Colombia era considerada entre las más difíciles. Basta decir, por cierto, que en la lengua de ellos la palabra fácil se hace con la expresión guayú mapures, que quiere decir no-fácil; el vocablo de base por lo tanto pures, eso es difícil!. Quizás porque el sufrimiento de nosotros probados en Italia durante la segunda guerra mundial nos unieron al sufrimiento de la raza guajira, intentábamos   predicar los "sermones con brevedad" sazonado con amor y con franciscana felicidad, a pesar de los inconvenientes que el nuevo entorno le ofreció a nuestro fervor misionero.

También para nosotros, con la crisis vocacional, sobrevino la preocupación por el escaso envió de otros misioneros.  Así, nos vimos obligados a pedir a los  Frailes Menores Franciscanos de Colombia, quienes franciscanamente trabajaron con nosotros. Luego una convención hecha con los Padres Jesuitas de  la Provincia Colombiana nos dio un nuevo respiro durante 5 años, también porque entre ellos y nosotros se realizó una maravillosa integración y una colaboración a toda prueba

La ayuda de los Padres Jesuitas se reveló particularmente eficaz y fructuoso en la formación de las maestras, que se constituyó como la longa manus (mano larga) del Vicariato Apostólico y de los párrocos en la catequesis de los niños indígenas. Dos veces al año el  P. José Fernando Posada las reunía por una semana y con los cursos a régimen residencial reavivaba en los queridos maestros los elementos esenciales de la doctrina cristiana,  para que  ellos a su vez enseñaran en el idioma guajiro a los niños y jóvenes de las escuelas diseminadas en la península.

También la Diócesis de Zipaquirá nos da su generosa colaboración, esa no falló incluso después del gravísimo accidente de tránsito ocurrido al primer sacerdote enviado para ayudarnos: desafortunadamente, hubo 3 muertes (familia del sacerdote: papá, mamá y hermano) y el sacerdote que conducía el automóvil reportó daños graves a su salud. Imagínese, si es posible,  mi estado de ánimo al acompañar y devolver a las 3 personas fallecidas y al sacerdote vivo pero en condiciones lamentables.

La desgracia, pero no para desalentar al obispo de dicha  Diócesis,  lo empuja a una mayor generosidad y en el lugar del sacerdote hospitalizado envió tres más, todos bravos y comprometidos. La provincia Capuchina de Abruzzo, no pudiendo enviar más personal nuevo, continuó cercana con una preciosa colaboración económica; eso nos permite apoyar los gastos del seminario para algunos jóvenes indígenas iniciados al sacerdocio. Sin embargo, la situación general siguió siendo precaria y una solución adecuada apareció muy lejos.

También la Diócesis de Sonsón Rionegro viene en ayuda en vista de un plano pastoral que comenzaba a medio delinearse.

¿CONTINÚO O RENUNCIO?

Durante los veintitrés años de mi servicio episcopal en el Vicariato Apostólico de Riohacha por cuatro veces he tenido la gloria de encontrarme con el Santo Padre por la visita ad limina. Cada vez que partía para Roma consultaba con mis sacerdotes con una precisa pregunta: ¿Continúo o renuncio? Las primeras tres veces el voto secreto me decía de continuar. Considerada, por, la urgencia improrrogable de nuevo personal, la cuarta vez formule la pregunta en forma diferente: Visto que de la provincia de Abruzzo no hay nuevas presentaciones, al menos en tiempos breves,  y nos obligan a buscar ayuda de algunas diócesis de Colombia ¿no creen conveniente que un obispo colombiano asuma la guía pastoral de la Guajira?  En caso afirmativo si es así podría hacer un hermanamiento con una diócesis con numerosos clérigos del cual podría salir el nuevo obispo de Riohacha?  La respuesta afirmativa fue unánime.

Se realizó la unión con la Diócesis de Sonsón-Rionegro, en la cual el obispo, Monseñor Alfonso Uribe, se hace disponible para el proyecto de crear la Diócesis de Riohacha, ofreciendo otro personal. Iniciado y completado el procedimiento previsto en el Código de Derecho Canónico, el 14 de octubre de 1988 S.E. Monseñor Jairo Jaramillo Monsalve, presbítero de la Diócesis de Sonsón-Rionegro entraba en Riohacha como primer obispo de la nueva  Diócesis.

Era previsible que en los primeros pasos de la recién nacida circunscripción eclesiástica no fuese fácil; la crisis del crecimiento, de hecho, es más que normal en una entidad jurídica, así como en el desarrollo de la persona humana. En solo trece años me han sucedido dos obispos en la sede de Riohacha. El tercer obispo nominado el 8 de marzo del 2001, S.E. Mons. Armando Larios Jiménez, encuentra una joven Diócesis que, casi superada la crisis de crecimiento, se encamina hacia un futuro radioso.

Retrocediendo con los años ahora veo el impulso de los misioneros de los capuchinos de  Abruzzo   y el sudor generosamente profuso en la ardiente y amada Guajira.

También me conmueve la generosidad del pueblo de Abruzzo al apoyarnos con la oración, el sacrificio y la contribución económica, en profunda comunión con sus hijos lejanos empeñados en el anuncio y el testimonio del Evangelio. Por esto el nombre de Italia y del Abruzzo permanecen bendecidos entre la gente guajira, para quienes "capuchino" es sinónimo de "sacerdote".

Con el nuevo grupo de capuchinos colombianos, que continúan la presencia viva de nuestra Orden en la península Guajira, permanecen dos capuchinos abruzzesi dando testimonio y continuando  con el arduo trabajo de los inicios.

Que el Señor de la vida y de la historia conceda paz a los misioneros difuntos, done fuerza a los vivos y reúna en sus manos el sudor esparcido por cincuenta años en aquella tierra quemada por el sol y tan querida para nosotros.

Riohacha, Colombia
S.E. Monseñor Livio Reginaldo Fischione

Revista Continenti Missionari Cappuccini

No. 4-5 aprile/mayo 2002
Traducción al español: María del Rosario Gutiérrez